Acerca del proyecto

guiaPublicamos aquí en forma electrónica esta Guía de las Memorias de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público de México que cubre el período 1822 hasta 1910. Estas Memorias anuales constituyen la fuente más importante de información cualitativa y cuantitativa sobre la administración pública de México en el siglo XIX, no sólo por el resumen económico anual presentado por los respectivos secretarios sino además por la gran cantidad de anexos estadísticos que acompañan cada informe. En esta base de datos se incluye una introducción detallada preparada por los editores, una síntesis de cada Memoria de Hacienda, así como listas de los anexos estadísticos que los acompañan y datos sobre las bibliotecas donde se albergan copias originales. En la base datos complementaria, incluimos todos los cuadros estadísticos de ingresos, egresos y deuda pública en formato Excel, que acompañan las Memorias entre 1822 y 1870. A su vez incluimos bases de datos con listas y biografías cortas de los ministros, y una bibliografía de libros y documentos sobre la historia hacendaria. Agradeceremos cualquier comentario sobre la utilidad de esta fuente, y solicitamos que en caso de que se utilice para una publicación se cite correctamente. Tambien se incluyen las copias digitalizadas completas de las Memorias de Hacienda (1822-1979).

Dr. Carlos Marichal (El Colegio de México) cmari@colmex.mx

La consulta y descarga de documentos es de acceso libre, le solicitamos citar en sus investigaciones la fuente:
Guía de Memorias de Hacienda de México, 1822-1910, México, El Colegio de México/SHCP, 2012. Consultado en: http://memoriasdehacienda.colmex.mx

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Introducción

Guía de las Memorias de la Hacienda Pública Federal

México 1822-1911[1]

Desde la época de la independencia hasta la actualidad, las Memorias de Hacienda constituyen una serie interrumpida de documentos de importancia fundamental para conocer y comprender la evolución de la economía de la república, especialmente en lo que se refiere a la fiscalidad y las finanzas. Constituyen, por una parte, un testimonio público de las metas anuales fijadas por los responsables de la dirección de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público con respecto a la posible evolución de las finanzas del Estado y de las reformas que desean implementarse. Pero también ofrecen un registro estadístico de las tendencias reales de la economía pública, de los ingresos y egresos del gobierno nacional y de la situación del crédito público. En este sentido, son documentos complejos porque combinan intencionalidad política con realidad concreta.

Importancia y  utilidad de  la publicación de una Guía de las Memorias de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público de México durante su primer siglo de existencia

Para el historiador la razón es inmediatamente evidente: estos documentos hacendarios constituyen la fuente más importante de información cuantitativa sobre la administración pública no sólo por el resumen económico anual presentado por los respectivos secretarios sino además por la gran cantidad de anexos estadísticos que acompaña cada informe. A su vez, para el economista, esta riqueza de información tiene una utilidad considerable pues permite reconstruir las principales tendencias de los ingresos y egresos del gobierno en el corto y largo plazo. Por su parte, para el científico político o estudioso del Estado mexicano, las Memorias de Hacienda proporcionan los datos económicos necesarios para analizar aspectos claves de la evolución de la acción del gobierno nacional en diversos campos -la defensa, la justicia y educación, las obras públicas, la economía, las relaciones exteriores y en sus relaciones con los gobiernos de los diversos estados de la república.

En otras palabras, tanto para la historia política como para la historia económica de México, las Memorias de Hacienda constituyen una fuente y un testimonio ineludible por lo que dicen acerca de los proyectos de los responsables de la hacienda pública, así como por la información cuantitativa que contienen sobre los recursos fiscales y los gastos de los gobiernos nacionales a partir de la independencia.

Desde 1822, año en que se publicó la primera Memoria de Hacienda, estos informes -que debían presentarse anualmente a la legislatura- normalmente contenían una parte expositiva redactada por el secretario respectivo, y también una serie de anexos de carácter estadístico con datos sobre la situación fiscal y financiera del gobierno.      No obstante, su consulta ha resultado tradicionalmente bastante difícil, porque las principales colecciones de Memorias de Hacienda han estado asaz dispersas y por ende ha sido relativamente difícil tener acceso a ellas. Por otra parte, los anexos estadísticos son tan numerosos que sin contar con una guía detallada resulta muy problemático (por no decir imposible) saber exactamente cómo localizar la información estadística sobre ingresos y egresos -en su mayoría en la forma de cuadros estadísticos- que estos documentos contienen. Y ha sido precisamente por esta razón que nos hemos dedicado a elaborar la presente guía con la esperanza de impulsar y facilitar la consulta de esta documentación tan importante y abundante pero relativamente subutilizada.

En esta Guía proporcionamos, en primer lugar, una referencia exacta a cada Memoria, las bibliotecas en donde se encuentra, y una síntesis de la parte expositiva de la misma. En segundo término, se incluye aquí un listado completo de todos los anexos estadísticos de cada Memoria -muy abundantes- los cuales cubren los principales ramos de ingresos y de egresos. Por último, se agrega una serie de apéndices con información biográfica sobre los ministros de Hacienda del período 1822-1910, así como una serie de organigramas de la administración de la Hacienda federal en distintos momentos y una síntesis de información legislativa y bibliográfica.

Debe agregarse que hoy en día es posible consultar gran parte de las Memorias en varias bibliotecas de la ciudad de México que han conservado -o adquirido- colecciones relativamente completas: entre éstas se cuentan las colecciones en la biblioteca del Archivo General de la Nación, la biblioteca “Miguel Lerdo de Tejada”, la biblioteca del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, la biblioteca de El Colegio de México y la biblioteca del Instituto Mora. En estas dos últimas instituciones existe una buena parte de estos documentos en microfilm, lo que facilita enormemente la tarea de reproducir las partes del texto y especialmente los cuadros estadísticos que más pueden interesar a los investigadores.

Como documentos políticos las Memorias de Hacienda son de especial interés porque nos hablan de la “intencionalidad” de los diferentes ministros y gabinetes con respecto al manejo de la esfera económica de la “cosa pública”.[1] Recordemos, en este sentido, que en la época colonial no se presentaban memorias porque se trataba de un régimen absolutista en el cual el poder ejecutivo no era responsable por sus actos ante una asamblea legislativa. En cambio, desde la independencia de México, al ingresarse al régimen parlamentario, los secretarios de Hacienda estaban obligados -en principio- a informar sobre la situación de las finanzas nacionales y presentar sus proyectos de ingresos y egresos para que fueran aprobados por la legislatura nacional. En efecto, en un gobierno representativo debe recaer la responsabilidad final en el poder legislativo por la ratificación de  toda medida fiscal o financiera importante de la esfera pública, y de allí que las Memorias debían (y deben) constituir simple y llanamente informes y proyectos a presentarse para la consideración de los representantes electos por la ciudadanía.

Por ello, para lograr una cabal comprensión de las dimensiones políticas de la finanzas públicas es necesario que el investigador estudie dichas Memorias en conjunto con los debates y documentos de las cámaras legislativas -que se refieran a la aprobación del presupuesto anual- para evaluar y comparar la “intencionalidad” tanto del poder ejecutivo como del poder legislativo.

Como documentos económicos, las Memorias ofrecen un arsenal de materiales realmente abundantes y ricos para la comprensión de las principales tendencias de la evolución fiscal y financiera del gobierno nacional. Y podría agregarse que, en ocasiones, las Memorias del siglo XIX (que aquí reseñamos) y sus anexos resultan en algunos casos una guía más certera para entender las finanzas públicas que sus equivalentes contemporáneas.[2] Para ciertos momentos del siglo XIX, no obstante, observamos importantes carencias en la documentación fiscal y financiera disponible, especialmente para el período de 1821 a 1867, pero aún así, debido a la dimensión más reducida del Estado en esa época, la información contenida en lasMemorias proporciona una visión aproximada de muchos aspectos de la hacienda pública.

En todo caso, debe ser claro que para profundizar en la historia económica del país es necesario recurrir al análisis detallado de las Memorias de Hacienda ya que -y lo reiteramos- constituyen los documentos más ricos en información sobre la participación económica del gobierno a lo largo del tiempo. No hay que olvidar, en este sentido, la lección del gran historiador económico Jean Bouvier, quien señalaba que en todos los tiempos y espacios, el Estado ha sido el mayor actor institucional dentro de la economía y, por lo tanto, la mayor “empresa económica” si lo medimos desde casi cualquier ángulo (número de empleados, ingresos, gastos e impacto sobre otros actores y ámbitos económicos). Por ello, al igual que en el caso de un informe anual de una empresa privada, el “informe anual” y las cuentas de la Secretaría de Hacienda ofrecen una documentación de primer orden para entender múltiples actividades económicas del Estado: la recaudación de impuestos, el manejo de monopolios estatales, el pago de los salarios de los empleados públicos (civiles y militares), la inversión en obras públicas, educación y salud, el manejo del crédito público, la relación con proveedores y acreedores privados, y otros numerosos y variados aspectos.

Pero también debe tenerse en cuenta que la comparación de las cuentas y series estadísticas publicadas en las Memorias proporcionan una información indispensable para estudiar lo que al historiador más le interesa, que son los procesos de transformación: la dinámica del cambio. Los historiadores económicos no han descubierto leyes del cambio económico, pero sí buscan establecer la causalidad de las principales tendencias observadas a partir de modelos de análisis económicos cada vez más complejos. Para ello, es necesario conjuntar el estudio del ámbito específicamente fiscal y financiero del Estado, con el análisis de la economía privada. Al respecto, es manifiesto que la reconstrucción de las series de ingresos y egresos del Estado, constituye una de las tareas indispensables para elaborar estimaciones de la evolución de la economía en su conjunto en el corto, mediano y largo plazo.

Pero conviene ser cuidadosos: la información que contienen las Memorias que analizamos aquí, no sirve para la reconstrucción histórica de toda la economía mexicana sino fundamentalmente para abordar aquel terreno especifico que es el de las finanzas públicas. Como campo específico del conocimiento, éste requiere la reconstrucción de la base cuantitativa de la estructura fiscal y financiera del Estado. Para ello es indispensable estudiar las cuentas de la tesorería y para ello son fundamentales las Memorias de Haciendacomo fuente que resume estos resultados. Debe tenerse en cuenta que en el caso de otros países donde se han realizado trabajos importantes de tipo histórico, de la reconstrucción de la hacienda pública, este mismo tipo de fuente ha sido de primordial importancia. Recordemos al respecto los trabajos formidables de Josep Fontana, sobre la crisis financiera del Antiguo Régimen en España o los de Francisco Comín sobre la Hacienda española a partir de 1800 y hasta nuestros días.[3]  Dichos trabajos sobre la hacienda española en el largo plazo son de especial relevancia para la historia fiscal y financiera mexicana en tanto que los sistemas hacendarios partieron del mismo tronco que era la Real Hacienda del imperio español, vigente durante tres siglos en la Nueva España.

En México se han realizado algunos estudios institucionales pero relativamente pocos estudios cuantitativos sobre la evolución de la hacienda pública. Quizás el primer trabajo fundamental sobre la materia fue aquel elaborado por ese formidable intelectual y político que era Matías Romero en su monumentalMemoria de Hacienda de 1870. En ella, incluye una revisión de las principales tendencias de la hacienda pública desde la independencia hasta su época, en un texto de casi 800 páginas. Posteriormente, diversos autores de la época porfiriana dedicaron ensayos y algunas monografías a este tema y otros conexos, pudiéndose citar en especial los nombres de Pablo Macedo y Joaquín Casasús.[4] Después de la revolución de 1910-1920 se produjeron otros estudios importantes, como era el caso de los trabajos de Antonio Manero. Sin embargo, pocos de ellos utilizaron con suficiente detalle y empeño las propias Memorias para alcanzar una visión global de la evolución de la hacienda pública. No obstante, en los últimos años se han venido publicando varios trabajos históricos que han modificado este panorama: entre ellos debe citarse el estudio pionero de Barbara A. Tenenbaum sobre las finanzas mexicanas entre 1821 y 1857 y el conjunto de investigaciones realizadas por Marcello Carmagnani, Emilio Zebadúa, Enrique Cárdenas y Eugenio Izquierdo sobre la hacienda pública del gobierno nacional desde 1867 hasta el decenio de 1970.[5] Por otra parte, debe señalarse que todavía existe un fuerte retraso en el análisis de la evolución histórica de la hacienda pública de los estados mexicanos, el cual recientemente ha comenzado a explorarse a detalle a partir de algunos estudios de caso.[6]

En resumidas cuentas, la publicación de esta Guía de Memorias de Hacienda que abarca el período entre 1822 y 1910 tiene el objetivo de facilitar investigaciones más pormenorizadas de la evolución de las finanzas públicas nacionales durante el primer siglo de existencia de la república mexicana. Ahora bien, aún cuando los informes hacendarios pueden leerse sin dificultad, conviene tener presente algunos aspectos de su organización. Pasemos ahora, por lo tanto, a revisar algunos de los principales problemas que se presentan a los investigadores que deseen utilizar estas series documentales tan importantes.

La forma y el contenido de las Memorias y sus anexos

Hay que comenzar por señalar que todas las Memorias de Hacienda se componen esencialmente de dos partes: una expositiva -que es propiamente la memoria que presenta el respectivo secretario de Hacienda a la legislatura- y una segunda parte formada por los anexos, en su mayoría de tipo estadístico y/o de textos legales.

Comentaremos, en primer término, las características de la parte expositiva de las Memorias. Es importante notar que en el siglo XIX no existían reglas precisas para la presentación de los proyectos hacendarios ejecutivos sino que cada ministro preparaba su informe de acuerdo con los criterios que le parecían mas apropiados. No obstante, éstos solían incluir un relato breve sobre la situación económica del país, una evaluación de las principales tendencias de los ingresos fiscales y del crédito público, así como una serie de propuestas para mejorar la administración pública, especialmente en el campo fiscal y financiero. Dichos textos variaban notablemente ya que algunos eran de apenas unas 15 páginas mientras que otros podían alcanzar las 100 páginas.

La parte segunda de cada Memoria estaba compuesta habitualmente por los anexos estadísticos, los cuales traían cuadros de ingresos y egresos. Relativamente pocos historiadores han trabajado con los anexos por su gran volumen y por la falta de una guía de orientación que proporcione un índice analítico de los millares de cuadros estadísticos que contienen el conjunto de las Memorias de ese siglo.

Los anexos estadísticos son especialmente importantes para estudiar la Hacienda Pública antes de 1880, sin duda el período más difícil para el historiador por la falta de información complementaria publicada. Su utilidad consiste en que proporcionan los únicos resúmenes de ingresos y egresos globales ya que no se publicaban cuentas de inversión por parte de las oficinas hacendarias antes de esa fecha. En dichos anexos se incluye información muy diversa, como son resúmenes globales y parciales de los ingresos (por rubros impositivos, monopolios y crédito público); así como cuadros de los principales ramos que conformaban el gasto público.

A partir de 1880 la documentación sobre ingresos y egresos se torna más sistemática y por consiguiente más ordenada, sobre todo por la publicación anual de las Cuentas de la Tesorería de la Federación. Pero aún así, debe tenerse presente que los anexos de las Memorias de Hacienda posteriores a esta fecha tienen una enorme abundancia de información sobre la actividad hacendaria ordinaria y sobre las reformas fiscales y financieras impulsadas por los ministros de Hacienda, como por ejemplo Matías Romero, Manuel Dublán y José Yves Limantour, quienes desempeñaron su actividad entre el decenio de 1880 hasta la revolución.

Los autores de las Memorias: los ministros de Hacienda

La profundidad del análisis de cada Memoria dependía en parte sustancial de la preparación profesional del ministro, así como de la información disponible. Especialmente durante el período de 1830-1867, fueron frecuentes las coyunturas cuando los encargados del ramo carecían de suficientes datos para preparar buenos informes, problemática sobre la cual,  los autores casi siempre hacían hincapié. De allí que falten Memorias para algunos períodos importantes, especialmente en épocas de guerras, como las de 1846-1848, 1857-1862; o cuando el gobierno nacional estuvo en  exilio en el norte de México, 1862-1867. Pero también es cierto que los constantes cambios en los titulares de Hacienda, hacía que en numerosas ocasiones llegaran a ocupar el cargo figuras con poca preparación para la redacción de estos informes. En cambio, en otros momentos se observa la amplia preparación de los ministros como lo ilustran las memorias preparadas por figuras como José Ignacio Esteva, Guillermo Prieto o Manuel Payno.

Precisamente por este motivo hemos considerado conveniente incluir un resumen biográfico de cada uno de los secretarios de Hacienda (mencionando sus publicaciones), el cual se encuentra más adelante en una sección de esta Guía. Un repaso de la frecuencia con que era cambiado el titular de Hacienda indica que la permanencia en el cargo solía ser muy reducida e irregular, por lo menos hasta 1867, pero luego fue aumentando sustancialmente. Hasta 1867 ocuparon el cargo de ministro de Hacienda unas 80 personalidades diferentes (en ocasiones repitiendo el cargo), con un promedio de entre 4 y 6 meses de duración en el cargo. En cambio, después de 1867 son menos frecuentes los cambios, como se observa en el caso de figuras como Matías Romero, quien llegó a ocupar el cargo de Secretario de Hacienda en distintos momentos durante más de 8 años (1868-1872, 1877-1879 y 1891-1892), Manuel Dublán durante 6 años (1885-1890) y José Yves Limantour durante 17 años (1893-1910).

También resulta interesante analizar los orígenes regionales de los titulares de Hacienda. Una rápida revisión indica que en la primera mitad del siglo XIX dominaron los veracruzanos, con 11 ministros, lo cual refleja no sólo la importancia y la formación profesional que tuvo la burguesía mercantil del mayor puerto de la república. Además, refleja el hecho de que en esta temprana época de la república, un número importante de los comerciantes y profesionales veracruzanos se trasladaron a la capital del país tanto por razones profesionales como políticas. Un cambio importante se observa en los orígenes profesionales de los ministros en la segunda mitad del siglo, ya que desde 1867 fueron más frecuentes los oaxaqueños que ocuparon la Secretaría de Hacienda: un total de cuatro ministros eran de ese estado, entre ellos Romero y Dublán.

Puede observarse (a partir del apéndice biográfico que incluimos de los ministros al final de esta Guía), que tres grandes rubros sociales caracterizaban los orígenes de los secretarios de Hacienda. Un primer grupo lo componía aquellos que eran esencialmente funcionarios públicos con una larga trayectoria en Hacienda y/o en otras oficinas de gobierno. Entre ellos podemos citar, entre otros, a José Ignacio Esteva (padre), José María Iglesias, Rafael Mangino, Francisco Mejía, Manuel Payno, Manuel Piña y Cuevas, el propio Matías Romero, así como Manuel Dublán y José Yves Limantour. Quizá no sea sorprendente encontrar que estas figuras tendían a producir las Memorias más completas, tanto desde un punto vista analítico como en función de la información cuantitativa que incluían.

Un segundo tipo de ministro era el político, en general con una formación profesional de abogado, escritor o militar, algunos de los cuales tenían una fortuna particular, desempeñándose como hacendados o propietarios. Entre ellos pueden citarse nombres muy conocidos en la historia política del país: Francisco Arrillaga, Luis de la Rosa, José María Bocanegra, Marcos de Esparza, Antonio Haro y Tamariz, Francisco Mariano Riva Palacio y Guillermo Prieto, entre otros. Debe observarse, sin embargo, que dichas figuras solían ocupar el cargo de ministro de Hacienda durante períodos más bien cortos.

En tercer lugar, puede señalarse un grupo social importante del cual provenían los ministros, nos referimos sobre todo a comerciantes vinculados con el mundo de las finanzas públicas. Entre ellos se contaban connotados “agiotistas” como Francisco Javier Echeverría, Antonio Garay, Francisco de Lombardo y Manuel Olasagarre. Estas figuras de la primera mitad del siglo, fueron de los ministros más interesados en promover sus propios negocios con Hacienda y, ello se refleja -al menos en parte- en las Memorias que presentaban, especialmente en los rubros de crédito publico. Un caso aparte es el de Miguel Lerdo de Tejada, de familia de comerciantes veracruzanos, cuya excelente Memoria de 1856-1857 continúa siendo una mina de información para los historiadores económicos.

Las grandes reformas fiscales y financieras del Estado mexicano en el siglo XIX: las Memorias de Hacienda como fuente de información

Las Memorias de Hacienda proporcionan una información extremadamente rica para el estudio de la evolución anual de los ingresos y egresos del gobierno federal, pero además ofrecen importantes elementos para analizar los principales cambios en las reformas fundamentales de las estructuras fiscales y financieras del mismo.

Para el investigador interesado en conocer cómo se forjaron las bases fiscales y financieras del Estado mexicano, hay que enfocar la atención en cuatro épocas claves en las que se produjeron profundos y a veces contradictorios cambios: 1) el período de 1822-1835 cuando se llevaron a cabo las reformas fiscales fundamentales que sentaron las bases del incipiente Estado, en la forma de república federal que se adoptó a partir de 1824; 2) la larga y conflictiva época de 1835-1862 de confrontación entre el federalismo y el centralismo, cuando se produjeron distintas formas de gobierno y diferentes formas de administración de las finanzas públicas; 3) la época de la república restaurada y los primeros años del porfiriato (1867-1880) cuando -sobre todo bajo el impulso de Matías Romero- se reordenaron las finanzas y se iniciaron importantes reformas fiscales; 4) los años de 1880-1910 cuando -bajo la dirección de Manuel Dublán y José Yves Limantour- se lograron plasmar las reformas fiscales y financieras modernas que consolidaron las bases de la hacienda pública del Estado mexicano en los tres decenios anteriores a la revolución.

Por lo anterior, nos parece oportuno comentar brevemente algunos de los principales aportes de lasMemorias de Hacienda para cada uno de estos períodos, con especial énfasis en la información de losanexos. Esto, con el afán de sugerir algunas pistas para los investigadores que se aventuren en la tarea de analizar la evolución fiscal y financiera de este primer siglo de la hacienda pública mexicana.

a)        Las reformas fiscales de la primera república federal, 1824-1835

La revisión de las Memorias de Hacienda de la primera república indica, en primer lugar, el peso de la estructura fiscal de raigambre colonial.[7] Si se revisa el conjunto de ramos fiscales del gobierno federal mexicano en este período, en especial a partir de los anexos en las Memorias preparadas por José Ignacio Esteva (el primer verdadero ministro de Hacienda de México, quien ocupó el cargo entre 1824 y 1827), se observa que siguieron en pie un número importante de ramos fiscales de raíz colonial. En este sentido, podemos argumentar que se trataba de un régimen fiscal con un fuerte componente de tipo colonial y otro nuevo tipo de carácter liberal.

Entre los ramos fiscales derivados del régimen colonial, debe subrayarse la persistencia de las “alcabalas” (impuestos sobre ventas de mercancías). Desde 1824, las alcabalas constituyeron la base de los ingresos de los gobiernos de los estados, pero en el caso del gobierno federal éste obtuvo control de la cobranza de las alcabalas del Distrito Federal desde 1827. En segundo término, debe tenerse en cuenta la importancia de los monopolios (o estancos) heredados de la administración colonial, en particular el de tabacos, el cual siguió siendo una importante fuente de ingresos fiscales para la hacienda del gobierno después de la independencia y hasta mediados del decenio de 1850. En tercer lugar, hay abundante información en los anexos de las diversas Memorias sobre los ingresos derivados de las casas de moneda. Y, por último en lo que se refiere a ramos de raigambre colonial, deben señalarse varios ingresos de tipo eclesiástico -diezmos, medias anatas, temporalidades, etcétera- que hasta mediados del decenio de 1830 siguieron proporcionando recursos al Estado.

En todos estos casos de impuestos “tradicionales”, los anexos de las Memorias proporcionan informes estadísticos de gran interés. A ellos se agregan las series de nuevos impuestos, en particular los de las aduanas marítimas, que se convirtieron rápidamente en columnas vertebrales del fisco independiente del gobierno federal.

En cambio, sobre los egresos del gobierno, las Memorias del período resultan más parcas, aunque puede observarse que existe una información importante que se refiere a los gastos del ejército mexicano, el cual absorbía el grueso de los recursos del Estado durante esta época y durante gran parte del siglo. De hecho, desde la independencia (y hasta 1880) los gastos militares (aunados a los gastos de la deuda interna) se llevaron la parte del león del presupuesto nacional.

b)        Las reformas centralistas y las luchas con el federalismo: 1835-1862

Las Memorias del período centralista de 1835-1845 difieren sustancialmente de las del período anterior porque incluyen no solamente los ramos fiscales pertenecientes al gobierno nacional bajo el régimen federal, sino además los nuevos ramos incorporados al control de la república centralista desde 1835. Entre éstas se encontraban, por ejemplo, las contribuciones directas que se aplicaron sobre propiedades e inclusive sobre algunos ingresos personales; es cierto que dichos impuestos no pudieron cobrarse en toda la república sino que tendieron a ser productivos fundamentalmente en la propia capital, pero no dejaron de tener una importancia considerable.

En segundo lugar, en este período se incorporaron dentro de las arcas del gobierno central todos los ingresos de los antiguos estados, ahora denominados “departamentos”. Las Memorias para los años 1835-1836 y 1843-1844 son particularmente ricas en información acerca de los ingresos departamentales y constituyen, de hecho, una fuente fundamental para el estudio de las finanzas regionales. Sobretodo en esta época de diez años de gobierno centralista, cuando se carece de Memorias de los gobiernos de los estados.[8]

Con el retorno del sistema federalista en 1846 se observan, de nuevo, cambios en el tipo de información proporcionadas por las Memorias. Desaparecen de los anexos las estadísticas de los estados, ya que éstos recuperaron su soberanía fiscal. Por otra parte, comienza a observarse una documentación más abundante sobre los temas de la deuda pública, el cual se fue convirtiendo en quizá, la principal preocupación de los ministros de Hacienda contemporáneos. Las Memorias redactadas por Manuel Payno son particularmente informativas al respecto.

En contraste, las Memorias del segundo período centralista, 1853-1855, son notables por la escasez de información de tipo estadístico sobre tendencias fiscales. Ello sugiere el extraordinario grado de desorden de las finanzas públicas alcanzadas durante este último período de gobierno encabezado por el general Santa Anna.

El retorno al gobierno de los liberales en 1856 trajo de nuevo un mayor interés en proporcionar información pública sobre la evolución de las finanzas públicas. Así se demuestra en la famosa Memoriapreparada por Miguel Lerdo de Tejada en 1856-1857 la cual contiene en sus anexos una riquísima serie de datos acerca de la primera etapa de la desamortización. Lamentablemente, los años subsiguientes (1857-1862) fueron de tal nivel de conflictividad que ni federalistas (liberales) ni centralistas (conservadores) lograron elaborar Memorias de importancia.  La misma situación se manifestó durante el Imperio (1862-1867), periodo para el cual se carece, casi por completo de documentos. Nuestra principal fuente de información son los trabajos detallados elaborados posteriormente por Manuel Payno a instancias de Matías Romero, ambos siempre preocupados por la recuperación de la historia hacendaria nacional.[9]

c)         Las reformas fiscales y financieras del Estado porfirista: la contribución de Matías Romero, 1867-1880

Desde 1867, y en particular desde que Matías Romero ocupó el cargo de ministro de Hacienda, comenzaron a elaborarse Memorias de Hacienda ordenadas, sistemáticas y prolijas. En especial se observa un mayor ordenamiento de la información sobre diversos ramos fiscales elaborados por los distintos departamentos hacendarios, así como una abundante y regular información sobre la deuda pública. En contraste, los materiales estadísticos sobre egresos del gobierno federal no son tan abundantes ni desagregados como aquellos sobre ingresos, pero aún así resultan importantes.

Ya se ha hecho hincapié en la importancia de la Memoria de Hacienda de 1870, preparada por Matías Romero, por su revisión detallada de la evolución de la hacienda pública desde la independencia de la república. Pero además debe comentarse que a partir de la publicación de esta Memoria comienzan a publicarse cuadros retrospectivos de los ingresos de varios importantes ramos del gobierno, lo cual permite observar algunas de las principales tendencias fiscales a mediano plazo. Ello es sugerente de la nueva capacidad del Estado para elaborar proyecciones de sus ingresos y, por lo tanto, de formular presupuestos más realistas. Por otra parte, debe notarse que virtualmente todas las reformas fiscales emprendidas hasta 1884 son consecuencia de las propuestas originales de Matías Romero, formuladas entre 1868 y 1872, y reiteradas por la misma figura cuando volvió a ocupar el cargo más importante de Hacienda en los años de 1877 hasta 1879. En este sentido, las Memorias publicadas entre 1867 y 1880 demuestran una considerable continuidad entre la administración hacendaria de la república restaurada y la primera etapa del porfiriato.

d)        Las reformas de Dublán y de Limantour, 1880-1910

Una innovación fundamental en la presentación de los resultados de los ingresos y egresos del gobierno federal lo constituyó el hecho de que a partir del ejercicio de 1880-1881, se fueron publicando las Cuentas del Tesoro del Gobierno Federal que desde entonces se elaboran y publican anualmente. Ello dio pauta a que un similar ordenamiento se produjera a nivel de la hacienda pública de los Estados desde el decenio de 1880, llevando a una modernización considerable de la contabilidad de todas las entidades estatales.

Pero -aparte de esta innovación y fijándonos específicamente en las Memorias de Hacienda– quizá la novedad más significativa sea la mayor atención prestada al tema de la reorganización del crédito público, en particular desde la administración de Manuel Dublán. Nos referimos al hecho de que este período, fue la época en la que por fin se logró solucionar una parte sustancial de los problemas largamente irresueltos, referentes a la deuda pública interna y externa. En efecto, la lectura de las Memorias de Dublán entre 1885 y 1890 revela hasta que punto puede considerarse a este ministro como uno de los principales arquitectos de la estabilidad financiera del gobierno porfiriano. El reconocimiento y conversión de la multitud de deudas internas y de la abultada deuda externa se documentan en los anexos de las Memorias de 1885 a 1890.

Posteriormente, en 1893, con la asunción de José Yves Limantour al cargo de secretario de Hacienda, se entra en la etapa de madurez del régimen encabezado por el general Porfirio Díaz. Limantour afirmó las dos tendencias de reforma hacendaria elaboradas por sus antecesores (Romero y Dublán) impulsando de manera simultánea tanto la reforma fiscal como la reforma financiera. Ambas, en efecto, dependían la una de la otra. En el decenio de 1890, es particularmente interesante la información contenida en los anexos de lasMemorias de Limantour sobre reformas financieras, deuda y cambios en la legislación bancaria. También tienen gran interés las discusiones relativas a la largamente deseada abolición de las alcabalas. En cambio, las Memorias posteriores (entre 1900 y 1910) pierden algo de interés, en tanto se vuelven algo más rutinarias. Por otra parte, si bien desde mediados del decenio de 1890 se logró impulsar un aumento sostenido de ingresos regulares con control de la deuda, todas las condiciones macroeconómicas y sociales no eran tan favorables como sugería el ministro favorito de Don Porfirio. Por ello, las Memorias de la época son instrumentos de consulta que necesariamente tienen que complementarse con otras fuentes de información. La “pericia” de Limantour consistía, en parte significativa, en promover una imagen de estabilidad de las finanzas estatales que asegurase la confianza de los inversores nacionales y extranjeros. Por ello hay que leer sus Memorias cum granum salis para no caer en un optimismo engañoso acerca de la evolución de la economía en su conjunto, la cual no marchaba tan satisfactoriamente como las finanzas públicas.

Fuentes primarias complementarias para el estudio de la Hacienda pública

Las propias Memorias de Hacienda constituyen la primera e ineludible fuente para el estudio y reconstrucción de la Hacienda pública en el siglo XIX.  Pero también debe tenerse presente, otra serie de fuentes complementarias que estaban bajo la custodia de archivos de diversos departamentos de la Secretaría de Hacienda y de las otras secretarías, en las que se encuentra material de tipo financiero sobre las actividades de gobierno. La mayoría de dichos archivos están ahora guardados en el Archivo General de la Nación (AGN). Entre los ramos más importantes del AGN para el estudio de la Hacienda Pública se cuentan: Dirección General de Rentas, Aduanas, Nacionalización y Desamortización de Bienes, Archivo Histórico de Hacienda, Hacienda Pública: Archivo Central, Contribuciones Directas, Tesorería General (Tesorerías Departamentales), Comisarías, Tabaco, Casa de Moneda: Hacienda Pública, Lotería, Papel Sellado, Pólvora, Contaduría Mayor de Hacienda, Casas de Moneda y Fomento. A ellas hay que agregar información y documentos de los archivos de los distintos Estados de la república, así como de algunos archivos privados como el Archivo Histórico de Banamex, de gran utilidad para el estudio de la deuda pública contratada con ese banco.

En efecto, sin consultar esta información, no se podrá reconstruir la evolución de la hacienda pública de la nación de manera cabal, pues las lagunas que se encuentran en la documentación publicada son considerables. En otras palabras, hay que consultar en primer término a las Memorias de Hacienda y sus anexos, pero es indispensable recurrir después a otras fuentes complementarias. Para dar una idea muy ligera de la riqueza que contienen estos ramos mencionaremos solamente algunos de ellos que son particularmente ilustrativos. Comentemos, en primer lugar, el ramo de Dirección General de Rentas, el cual contiene aproximadamente 450 cajas de volúmenes y libros todos vinculados con los ingresos de las administración de rentas entre 1824 y 1862. Una parte de la documentación que contienen estas cajas, que corresponden a todos los Estados de la república, ha sido ordenado y clasificado por un grupo de trabajo del Instituto Mora bajo la dirección del Mtro. Jorge Silva. Motivo por el cual sabemos, que este ramo proporciona una información abundante sobre ingresos diversos como alcabalas, pulques, contribuciones directas, etcétera. El ramo de Papel Sellado, por su parte, ha sido clasificado por el Lic. Heladio García Galeana, dando pie a una excelente tesis en la Universidad Autónoma Metropolitana. Otro ramo de enorme importancia es el de Aduanas, el cual es probablemente el mayor ramo virtualmente sin clasificar del Archivo General de la Nación. Entre las miles de cajas de documentación de Aduanas se encuentra un gran cúmulo de registros de impuestos sobre importaciones y exportaciones en los puertos marítimos y terrestres de la república, desde la independencia hasta fines del siglo XIX (1821-1890).

Aparte de la documentación primaria que se conserva en el Archivo General de la Nación, debe subrayarse la importancia de gran cantidad de documentación en otros archivos como los del Archivo Histórico de Banamex (que contiene la correspondencia entre el banco y el gobierno en lo que se refiere a crédito público entre 1884 y 1914) o los archivos públicos de los diversos Estados de la República, los cuales guardan gran acopio de materiales de importancia para estudiar la relación financiera entre gobierno federal y gobiernos estatales.

Asimismo, es importante mencionar los archivos privados que albergan documentación sobre las finanzas del gobierno. Entre éstos pueden citarse en primer lugar, diversos archivos privados conservados en el Archivo de Condumex, en el Archivo General de la Nación, y en la Universidad de Texas en Austin, los cuales proceden de políticos que en algún momento del siglo XIX o principios del siglo XX ocuparon la cartera de Hacienda o una de sus subsecretarías. Para el porfiriato son de importancia los Archivos de los pendientes Manuel González y Porfirio Díaz conservados en la Universidad Iberoamericana, así como el archivo particular de José Yves Limantour, en el Centro de Estudios Históricos de Condumex, fondos documentales fundamentales para la historia financiera de la república.

En resumidas cuentas, el volumen de documentación referente  a la hacienda pública de la república es realmente impresionante, por lo que se presenta aquí un inmenso campo para la investigación de la historia fiscal y financiera. Se espera que la publicación de esta Guía de las Memorias de la Hacienda Pública  1822-1911,  contribuya a esta labor, ofreciendo a los investigadores un instrumento que permita identificar lo que es uno de los cuerpos documentales más importantes de informes y estadísticas fiscales y crediticias, que puede servir de base para la reconstrucción confiable de la historia económica de México.

Los editores

Carlos Marichal [El Colegio de México]

Carlos Rodríguez Venegas [UNAM y El Colegio de México]


[*] Esta introduccción fue redactada en 2003, en ocasión del Segundo Congreso de Historia Económica de la Asociación Mexicana de Historia Económica, cuando se distribuyó la primera versión de la Guía de Memorias de Hacienda de México (1822.1910) en versión CD.

Se agradece el apoyo a este proyecto en su momento por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana, el Instituto Mora, El Colegio de México y CONACYT.


    [1] Usamos los términos “ministro” o secretario” indistintamente a lo largo de esta Guía. El uso del término “ministro” y “Ministerio” era más común en la primera mitad del siglo XIX mientras que el de “secretario” y “Secretaría” se hizo más frecuente en el último tercio del mismo siglo. Asimismo, debemos aclarar que usamos mayúsculas solamente para referirnos a las instituciones pero no a los cargos oficiales de las personas.

    [2]  El hecho de que en ocasiones la consulta de las Memorias de Hacienda del siglo XIX ofrezca una visión más completa de la evolución de las finanzas públicas que las contemporáneas del siglo XX- especialmente las  de 1960 en adelante- no resulta difícil de percibir: el crecimiento y multiplicación de los ámbitos económicos del Estado moderno son sustancialmente superiores a los del siglo pasado, por lo que la cantidad de documentos financieros actuales resulta apabullante y por lo tanto difícil de analizar.

    [3]Josep Fontana, La quiebra de la monarquía absoluta: la crisis del Antiguo régimen en España, 1814-1820, y del mismo autor, La revolución liberal: política y hacienda, 1833-1845, Francisco Comín, Historia de la Hacienda Pública en España, 1800-1936, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1990, 2 vols.

    [4] Entre los diversos estudios de Pablo Macedo debe citarse su obra La evolución mercantil. Comunicaciones y obras públicas. La Hacienda pública. Tres monografías que dan idea de una parte de la evolución económica de Mexico   México, 1905; y de Joaquín Casasús, Historia de la deuda contraída en Londres con un apéndice sobre el estado actual de la hacienda pública, México, 1885.

    [5] Barbara A. Tenenbaum, The Politics of Penury: Debts and Taxes in Mexico, 1821-1856, University of New Mexico Press, 1986; [hay traducción en Fondo de Cultura Económica.] Los estudios para períodos posteriores son los de Carmagnani, Marcelo, Estado y mercado. La economía pública del liberalismo mexicano, 1850-1911, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, 439 pp.;  Carmagnani, Marcelo, Emilio Zebadúa y Enrique Cárdenas,  Historia de la Hacienda Pública de México, 1867-1967, Fondo de Cultura Económica, 1994. 4 vols.; Izquierdo, Rafael, Política hacendaria del desarrollo estabilizador, 1958‑1970. México: Fondo de Cultura Económica, 1995, 309 pp.; Cárdenas, Enrique, La hacienda pública y la política económica, 1929‑1958. México: Fondo de Cultura Económica, 1994, 230 pp.; Zebadúa, Emilio, Banqueros y revolucionarios; la soberanía financiera de México. México: Fondo de Cultura Económica, 1994, 383 pp..

    [6] Un análisis cuantitativo y documental detallado de las finanzas públicas de un estado mexicano es el reciente estudio de Carlos Marichal, Manuel Miño y Paolo Riguzzi, eds., Historia de la Hacienda Pública del Estado de México, Toluca, El Colegio Mexiquense/Secretaría de Hacienda del Estado de México, 1995, 4 vols.

    [7] Para información sobre las finanzas coloniales de tipo institucional y cuantitativo véase el estudio clásico de Fabián de Fonseca y Carlos de Urrutia, Historia general de Real Hacienda, México, 1845-1951, 6 vols.; y las recientes y monumentales obras de John TePaske y Herbert S. Klein, Ingresos y egresos de la Real Hacienda de la Nueva España, México, INAH “Colección Fuentes”, 1987, 2 vols.; y Hebert S. Klein, Las finanzas americanas del imperio español: ingresos y gastos de la Real Hacienda en México, Perú y Charcas, México, Instituto Mora/UAM-A, 1994.

    [8] Para un análisis de la evolución de las relaciones entre el fisco federal y el estatal véase el estudio de caso del Estado de México en Carlos Marichal, Manuel Miño y Paolo Riguzzi, Historia del primer siglo de la Hacienda Pública del Estado de México, 1824-1924, Toluca, El Colegio Mexiquense, 1994.

    [9] Manuel Payno, Las finanzas durante la Intervención…

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